13 de diciembre de 2009

EL PODER TRANSFORMANTE DE LA JUVENTUD.


Opiniones van, opiniones vienen. Unas en línea de exaltar a la juventud como única esperanza de cambio. Otras que marcan fatalmente a la juventud como un estado de la vida que coincide con el concepto de imposibilidad de cambio.

Sin embargo, elevando nuestra mente a Dios, revisando la Sagrada escritura en su eclosión infinita de espiritualidad, observamos algo. El momento cumbre de la salvación, el momento determinante de la historia estuvo marcado por jóvenes.

María con su si, abre el telón de la esperanza y la salvación para el género humano. Juan con su fidelidad a prueba de bombas, al pie de la Cruz, abre la posibilidad de una entrega sin reservas a Dios.

Ambos demuestran que los jóvenes son capaces de eso que pensamos y más. Ambos manifiestan que el poder de la juventud está en decirle sí a Dios. Si en la encarnación. Si en la Cruz. Si en la resurrección. Y sí finalmente en ese ininterrumpido convite a la felicidad eterna.

Nuestra visión de la juventud debiera ser, a partir de estos elementos, esperanzadora. Deberíamos soltar sin miedo las riendas de la historia a los jóvenes.

Pero ante este desafío, los jovenes deben asumir con responsabilidad y amor la estafeta que Dios les encomienda. Valiosa la misión, y valiosa la responsabilidad.

Y desde el cielo Dios Nuestro Señor mira con esperanza a la juventud.

Si porque la generacion violenta y loca que hemos vivido nos orienta a las nuevas generaciones. Solo éllas podrán renovar a faz de la tierra. Solo ellas con su fuerza tranformadora podrán renovar las estructuras y los gobiernos. Solo ellas y los agentes transformadores podrán, renovandose así mismos, renovar a este mundo, a esta Iglesia, y a esta humanidad.