27 de marzo de 2010

DOMINGO DE RAMOS

El Domingo de Ramos nos introduce  directamente en la Semana Santa. Su nombre se debe a la procesión de las palmas, que se hacía en Jerusalén desde los primeros siglos. La costumbre de bendecir las palmas y otros ramos que se llevaban en la procesión y después se guardaban en la casa es posterior, del siglo VII.

La liturgia de este día está formada por dos ritos: la bendición y procesión de las palmas y la celebración solemne de la pasión de Cristo. La primera encuentra sus orígenes en el siglo IV en la hilera de fieles que por la tarde de este día se dirigía del Monte Olivete a Jerusalén. Los devotos que asistían a ella llevaban palmas y ramos de olivo en las manos, y respondían a los cantos con el estribillo: “Bendito el que viene en nombre del Señor” (Salm. 117, 26). Más adelante, en el siglo X, esta costumbre revestía gran dramatismo. Primeramente el pueblo se trasladaba de la iglesia principal a otra, que muchas veces estaba situada extramuros, y allí se bendecían las palmas. Una vez llevado a cabo este rito, el pueblo volvía a la puerta de la primera iglesia. Al llegar, se rendía homenaje al Redentor ante una cruz u otro símbolo suyo, en recuerdo del recibimiento que el pueblo de la ciudad santa se apresuró a tributar al Señor. Luego  entraban en el templo. En el actual rito romano la procesión no se dirige ya de una iglesia a otra, pero al menos tiene que salir del recinto sagrado.

La bendición de las palmas y los ramos de olivo tiene un significado simbólico. Las palmas recuerdan el triunfo que Cristo nuestro Señor obtuvo, con su dolorosa Pasión, sobre la muerte y el infierno; el olivo, en cambio, es una imagen de la misericordia divina y de la paz con Dios. La palma es considerada además como símbolo de la vida virtuosa: “el justo floreció como la palma” (Salm. 91, 13). De acuerdo con todo este sentido, una parte de las oraciones de la bendición implora la victoria sobre los enemigos de la salvación, el amor a las obras de misericordia, el florecimiento de la vida virtuosa. Las demás oraciones piden gracias especiales a Dios para quienes usen de tales ramos.

En segundo lugar, la lectura del relato de la Pasión del Señor es una costumbre que viene de los primitivos tiempos cristianos. Al principio, era el diácono quien dirigía todo el canto pero, a partir del siglo X, se comenzó a distribuir entre tres cantores: el primero estaba encargado de la parte narrativa del evangelista; el segundo, de las palabras dichas por individuos o grupos (turba); el tercero, de las palabras de Nuestro Señor. Esta manera de evocar la Pasión no se adoptó en Roma hasta el siglo XV.

11 de marzo de 2010

CRISTO REY: HOY.


Es conmovedora la parte en que describe la terrible inmoralidad de la vida actual. Bien la conoce el autor; convivió con ella. Todos se odian, todos roban; egoísmo, podredumbre, sangre por doquiera, escribe Papini. Por todas partes la idolatría: se adora al ídolo de la violencia, del dinero y del dinero y de la inmoralidad. Muerte, lucha desesperación en el mundo…

Y al final de su libro, este ex anarquista, este ex ateo, se vuelve con una oración conmovedora a nuestro Señor Jesucristo y le pide que venga de nuevo a vivir entre los hombres.

¡Señor!, si Tú no fueras más que el Dios justo, no nos escucharías, porque todo el mal que han podido cometer los hombres contra Ti, lo hicieron. Judas te vendió millones de veces, y otras tantas te besó, te vendió, y no por treinta monedas de plata; te besó, y no una sola vez. ¡Cuántos fariseos han gritado ya durante dos mil años: No queremos a Cristo! ¡Fuera Cristo! ¡Cuántas veces, por dinero, por un puesto que querían alcanzar, te azotaron hasta hacerte derramar sangre! ¡Cuántas veces te hemos crucificado con nuestros deseos, con nuestros pensamientos, con nuestras acciones! ¡Cuántas, pero cuántas veces, oh Dios misericordioso!

Hemos desterrado a Cristo porque era demasiado puro para nosotros. ¡Le dimos la espalda porque era demasiado santo apara nosotros! ¡Le hemos crucificado, le hemos condenado, porque su rectitud condenaba nuestra vida pecaminosa!

¿Y ahora?

Ahora, cuando hemos llegado ya a la descomposición, ahora vemos, ahora sentimos la falta que nos hace. Sentimos nostalgia de verdad y de rectitud.

¡Cristo!, ¡nuestro único mal es éste: Tú nos haces falta!

El que tiene hambre, desea pan… Pero eres Tú quien le haces falta.

El que tiene sed, implora bebida… ¡Esta sediento de Ti!

El enfermo suspira por salud… ¡Te necesita a ti!

El que busca lo bello en el mundo, sin saberlo siquiera…, te busca a Ti, Hermosura eterna.

El que busca la verdad, no lo sabe, pero te busca a Ti, Verdad eterna.

El que desea la paz, está sediento de Ti, el único en quien puede encontrar su tranquilidad el corazón turbado.

Cielo y tierra. Bienestar y desgracia, alegría y sufrimiento, el hombre que llora y el hombre que goza, todos claman por Ti, dulcísimo Cristo.

¡Cómo te espera nuestra alma! ¡Ven! ¡Señor! ¡Jesús!

Así tendríamos que exclamar todos con férvido anhelo: ¡Ven! ¡Señor! ¡Jesús! Ven, ven…, y entonces tendremos nosotros, tus fieles que están sedientos, tus fieles que están cansados, la fuente de vida que nos da alivio, fuerza, felicidad.

¡Ven…, Señor… Jesús!... ¡Ven…, Cristo Rey!

10 de marzo de 2010

¿EL MUNDO DE HOY, TIENE SOLUCIÓN?

Hace algunos años un gran amigo me hizo llegar esta reflexión. Es algo que ya pensaba desde un principio. Ya había puesto mis esperanzan en esa reconstrucción, sin embargo el ejemplo creo que es excelente por eso se los comparto.

Nos hace girar totalmente nuestra visión sobre la solución que tiene este mundo donde cada segundo se dan mas de 2 abortos, donde muere cada 3 segundos un niño por hambre, donde cada segundo multitudes reniegan contra Dios, meditemos con atención:

"Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos.

Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, y viendo que era imposible sacarlo, trató de distraer su atención dándole una revista en donde venía el mapa del mundo, lo recortó en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo:

Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto, para que lo repares sin ayuda de nadie.

Sólo pasaron algunas horas cuando escuchó la voz del niño que le decía: Papá, ya arreglé al mundo. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?

Hijo, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lograste armarlo?

Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo..."