En este domingo he recordado estas notas que tomé en un retiro con el Padre Rodrigo Molina en Madrid hace algjunos años. El decía:
La caridad (amor) es lento a la cólera, paciente, longánime ante las afrentas que sabe aguantar sin pagar con la misma moneda; no da rienda suelta a la irascibilidad, antes da fuerza para acallar los resentimientos y apagar los deseos de venganza.
La caridad crea un ambiente de dulzura, de mansedumbre; es clemente con los que ofenden y llena de aliento en la adversidad; posee un humor tranquilo, igual y sobrenada a toda clase de mal que pueda sobrevenirle, ya de parte de los hombres, ya de parte de los acontecimientos.
La caridad es magnánima, munífica, desconoce el desaliento y la susceptibilidad; es noble, generosa, llena de respeto.
Su paciencia es la paciencia que triunfa siempre.
La caridad es un amor benévolo, afable, acogedor, delicado, previsor, servicial, que busca hacerse útil, derramarse en ayudas y obras buenas; todo siempre dentro de un clima de amabilidad, de sonrisa, de apertura, de cordialidad.
La caridad es un amor siempre dispuesto a hacer bien; no es sólo paciente sino también bueno y generoso; aguanta el sufrir pero no el ser inútil; quiere estar siempre de servicio para lo que busca las ocasiones, estudia los medios.
El amor no es egoísta sino que todo sazona de una disposición pura, sincera, que no hace las cosas porque se las agradecen.
La caridad es alegre, optimista, posee un espíritu comprensivo, receptor, de corazón abierto: se complace en dar: su tiempo, sus bienes, a ella misma.
La caridad es magnánima, munífica, desconoce el desaliento y la susceptibilidad; es noble, generosa, llena de respeto.
Estudia, medita el Evangelio y como por ósmosis irás transfigurándote a la semejanza de ese AMOR ENCARNADO que es Jesús.
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