28 de abril de 2011

Iluminate: Pascua Juvenil Joco 2011.

Durante el Triduo Pascual, en la Parroquia del Señor del Monte, se llevó a cabo la pascua Juvenil .

¡Qué es Pascua juvenil? Con este nombre la Iglesia se refiere al   paso de este mundo a la eternidad que Jesús nos comparte con su muerte y resurrección. Este acontecimiento, abre las puertas para que todos pasemos del pecado a la gracia.   Del dolor al amor. De estar lejos de Dios, a estar cerca.  La pascua de Jesús la hacemos nuestra.

Y es bajo el signo de la Cruz que se da  esta transformación que ilumina la vida. Solo con Jesús en el corazón podemos retomar el sentido de vivir. Pero solo iluminándonos con su verdad podemos encender el corazón en un nuevo amor.

Durante estos 3 días los jóvenes oraron, cantaron, aprendieron, conocieron, convivieron y muchas cosas más.  Cinco temas  kerigmáticos  desfilaron por sus mentes: Amor de Dios, Pecado, Salvación, Emaús y las 7 imágenes de la Palabra.  Suficientes para encender un arcoíris de fe en sus almas.
Al principio,  durante la convocatoria, parecía que no habría respuesta. Posteriormente ya durante el proceso de propaganda fuimos descubriendo una excelente disposición de acercarse a Dios  en la juventud. El día jueves que inició el evento todo se transformó teníamos a casi 400 jóvenes compartiendo ya la  Pascua Juvenil.

El Viernes Santo los jóvenes aprendieron el valor de la salvación. Un viacrucis matutino encendió en muchos la conciencia del Amor que Dios nos tiene. Por la tarde participaron en la representación de la Pasión de Jesús y finalmente la silenciosa marcha con velas encendidas por todo el pueblo para acompañar a La Virgen en su dolor. Fue notable el respeto de  los jóvenes y la expectación de muchos con caras sorprendidas al ver a otros cargando la cruz en silencio.

El tsunami de fe estaba lanzado, amaneció el sábado y los animos estaban ya bien dispuestos a asumir todos los riesgos hasta la resurrección.  La oración matutina nos abrió los ojos a la fe, a la esperanza y caridad. Sabiamos que resucitaría.   La espera  paso por un frustado raly por las altas temperaturas y 3 jovenes en el hospital con golpe de calor. Pero no nos dejamos vencer. La noche nos esperaba con velas encendidas en la Plaza de la Calabaza. Nuevamente la fe juvenil estremeció los sepulcros de muchos alejados de Dios.

El fuego nuevo se encendió  a las 9 de la Noche y comenzó la procesión de fuego hacia el Lugar donde se celebraría la Vigilia Pascual.  El barrio de la Purísima fue testigo. Jovenes, Luces, velas y esperanzas se fundieron para abrir la tumba con el pregon pascual. Los jóvenes participaron en la Vigilia cantando, leyendo, orando, escuchando y a algunos llorando.

El Señor había resucitado ye escuchábamos los evangelios históricos que atestiguaban el hecho. Dios iniciaba unan  nueva historia en nuestras vidas con este acontecimiento. En nuestra parroquia se abría una nueva esperanza de ir a los jóvenes.  Nuestro corazón se iluminó con la compañía del Cristo Vivo que encontramos.
Ahora nos queda una tarea. Conjugar ese efecto maravilloso que sentimos en el corazón. Iluminar. Tu iluminas, nosotros iluminamos, ellos iluminan, todos… todos… damos testimonio de que Cristo vive para siempre en nuestro corazón:¡Resucitó!.

17 de abril de 2011

DOMINGO DE RAMOS : AL ENCUENTRO DEL SEÑOR.


La Iglesia nos exhorta en estas lecturas a amar la Pasión del Señor, a gustar el dolor. La cruz ha desempeñado un papel esencial en la misión salvífica de Cristo. Por ella Jesús “entró en su gloria” . Luego no nos debe asombrar de que la ley de la cruz se aplique también a nuestra vida. Al hombre inmerso en el sufrimiento y en la muerte hay que recordarle que Cristo enseñó y vivió una verdad: la cruz es necesaria a nuestra vida. Y es necesaria cuando se convierte en camino de luz que conduce a la victoria del amor.

El Hijo de Dios, que asumió el sufrimiento de todo hombre, es un modelo divino para todos los que sufren. El Verbo encarnado sufrió según el designio del padre también para que pudiésemos “seguir sus huellas” (1 P 2, 21). Sufrió y nos enseñó a sufrir: “Fue oprimido, él se humilló y no abrió la boca” (Is 53, 7). Todos estamos llamados a reflejar en nuestras vidas este abajamiento de Cristo, para compartir con Él la alegría de la Resurrección. Es imposible salvarse a menos que “supla en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo” (Col 1, 24).
Lo que más destaca en la pasión y muerte de Cristo es su perfecta conformidad con la voluntad del Padre. Por eso San Pablo dice de Cristo que se “hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2, 8). Con esta obediencia, Cristo llega a los abismos de su humillación: «siendo de condición divina no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo» (Flp 2, 6-7). La cruz significa desprendimiento, renuncia a toda clase de bienes corporales y corruptibles, como son honores, riquezas, placeres, comodidades. Porque “el que ama su alma, la pierde; pero el que aborrece su alma en este mundo, la guardará para la vida eterna” (Jn 12, 25). La puerta del cielo permanece cerrada para el que ama el mundo desordenadamente. Se pierde para la vida eterna. Por eso, hay que morir para vivir. El que vive mundanamente se dispone a morir eternamente. Se gana para el fuego eterno del infierno. Por el contrario, “el que aborrece su alma en este mundo”, negándole lo que el mundo aprecia, el apego a estos bienes pasajeros y engañosos, y abrazándose con el sufrimiento, con la cruz de cada día, luchando contra sus concupiscencias, “la guardará para la vida eterna” (Jn 12, 25). Cristo murió para dar fruto de vida eterna. Por eso todo aquel que se desprende de sus bienes y se abre a la necesidad de su hermano por amor a Cristo, “llevará mucho fruto” (Jn 12, 24).
Para esto es necesario tener una actitud interior de disponibilidad, de acogida al sufrimiento. Cristo en vida y en muerte se ofreció a Sí mismo al Padre en plenitud de obediencia. “No sea lo que yo quiero sino lo que quieras Tú” (Mc 14, 36). Sufrimiento y muerte son la manifestación definitiva de la obediencia total del Hijo al Padre. Por esta obediencia, Jesús llevó al extremo la manifestación del amor divino hacia los hombres: “Despreciable y desecho de hombre, varón de dolores y sabedor de dolencias” (Is 53, 3). Haciéndose “varón de dolores” Jesús mostró toda la verdad contenida en aquellas palabreas: “Nadie tiene mayor amor, que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). El sufrimiento y la muerte se han convertido, con Cristo, en invitación, estímulo y vocación a un amor más generoso. Debemos saber santificar el dolor reflejando en nosotros mismos el rostro llagado de Cristo. Sólo así nos asociaremos a su oblación redentora y conseguiremos salvar muchas almas para el cielo.