El amor de Dios es siempre bueno. Es el amor que crea innumerables galaxias, estrellas, planetas, continentes, personas. El macro y el microcosmos es fruto del Amor Divino,que todo lo hace util y convenviente. Escuchamos en medio de este silencio de nuestro cosmos un palpitar del corazón de Dios que "todo lo hizo bueno", como dice el Génesis. Pero no todo lo que llamamos amor se le atribuye a Dios, hay un "amor" que se atribuye a una falsificación que sale de nuestro yo, que hace daño, destruye, desanima, paraliza, inquieta, al respecto el Santo de la dulzura -San Francisco de Sales- nos dice: «El amor propio es la fuente primaria de nuestras inquietudes; la otra es la gran estima que hacemos de nosotros mismos. ¿Qué quiere decir que cuando nos sorprende alguna imperfección o pecado quedamos desconcertados, turbados e inquietos? Sin duda alguna es porque pensábamos ser poco menos que impecables, intrépidos, inamovibles; y, viendo después que en realidad no es así, nos irritamos, nos entristecemos y nos sentimos abatidos por habernos engañado sobre nosotros mismos. Si en vez de todo esto supiéramos bien lo que en realidad somos, en lugar de maravillamos de vemos caídos en tierra nos maravillaríamos de cómo podamos mantenernos en pie... Nos enfada tener que reconocer y tocar con la mano nuestra miseria, nuestra nada y nuestra debilidad. Tengamos, pues, gran cuidado en no turbarnos cuando caigamos en alguna falta y no ser demasiado precipitados en afligirnos sobre nosotros mismos, pues esto es efecto de la soberbia». ¿interesante no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario