La criatura racional es un sujeto personal con una dignidad propia. El hombre, por el hecho de ser un sujeto personal, tiene una dignidad. No puede ser considerado, valorado, querido como una cosa, un objeto, un medio para obtener un fin; sino como un fin en sí mismo. De ahí, que el dilema que permanentemente se le presenta a la Bioética puede resumirse en la siguiente pregunta: ¿cómo hacer para que el hombre continúe siendo «sujeto», es decir, para que no se vuelva «objeto»?
Para construir un puente en la selva amazónica del Brasil necesito cortar unos árboles, juntarlo, atarlos y colocarlos sobre el caudal. En este caso, los árboles son el medio empleado para una finalidad: construir un puente sobre el caudal de un río. En el caso del hombre, esta actitud no sería aceptable desde el punto de vista ético. Recordemos lo que nos cuenta la historia sobre algunos emperadores romanos, que para evitar que los envenenaran hacían probar la comida previamente a alguno de sus esclavos. En este caso, el esclavo era el medio para evitar el envenenamiento (fin) del Emperador.
La palabra dignidad dignifica fundamental y, primariamente, preeminencia, excelencia. «Digno» es aquello por lo que algo se destaca entre los otros seres en razón del valor que le es propio. Así, el oro es un material más digno que la caliza o el carbón. El hombre supera en valor a todo lo no racional, sea animal, vegetal o mineral. Los bienes de la tierra cualquiera que sea su cualidad o cantidad, son siempre inferiores al bien que es la persona. El ser persona es el bien más estimable que posee el hombre, y el que le confiere la máxima dignidad.
La dignidad humana se fundamente en lo que el hombre «es» y en lo que está «llamado a ser».
¿Dónde se fundamenta la dignidad de la persona? En la libertad. La nota característica de la persona es su libertad. Esta libertad justifica la identidad, la irrepetibilidad y la insustituibilidad del ser de cada persona. La libertad hace que todos seamos distintos e insustituibles.
Dando un paso más, el fundamento último de su dignidad radica en la «ontología del ser humano», es decir, en lo que el hombre es en sí, en el hecho de que el origen concreto de cada persona se encuentra, junto con la generación por medio de los padres, una acción creadora del alma por parte de Dios. Dios es el Autor y Señor de la vida. Cada ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1, 27).
Además, el hombre tiene un fin sobrenatural, una vocación divina inscrita en los más profundo de su ser humano, sea adulto o embrión, enfermo o sano, hombre o mujer, existe un reflejo divino, una vida que tiene a la eternidad, a participar de la vida intratrinitaria.
«La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre está invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento, pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador» (Gaudium et spes 19, 1).
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