No tenemos de qué quejarnos del Cristianismo. Setenta generaciones no puntúan en una Iglesia que es eterna. ¿Qué la sociedad occidental – cristiana está en crisis?... Tal vez sí; pero el Cristianismo no está en Crisis. Está vivo y joven.
Es verdad que al contemplar el despegue del Tercer Milenio emergen ante nuestros ojos las vidas de algunos cristianos “en crisis”, sus almas me recuerdan los horrores de los campos de concentración y a las víctimas de Hiroshima y Naghasaki. Ha estallado en su corazón el explosivo del formidable poder destructor... ¿Quién lo ha lanzado? Una mano negra se esconde entre los años de las últimas décadas del siglo XX. Tiene los símbolos grabados: el de los ateos y el de los materialistas.
Pero también he recordado que sólo hay un poder capaz de reconstruir estos daños, de sanar estas heridas y de inyectar dosis de vida divina en las oscuridades de estos tiempos. Sólo el Cristianismo posee esa fuerza omnipotente que nació en Cristo, y sigue creciendo pujante como hierba buena, hasta que llegue el momento de la siega.
Hemos despegado ¡sí! y todos somos testigos desde las alturas del siglo XXI de la lucha santa de los Cristianos: ¡ tiene un nuevo vigor!. Ha vuelto a soplar el viento endinamizador. El Espíritu ha lanzado sobre el planeta un nuevo huracán que hincha las velas de la Iglesia de Cristo. Sus intensas corrientes se desplazan desde el hemisferio sur hasta el norte, desde oriente hasta occidente encendiendo, renovando y transformando a todas las almas que encuentra a su paso. El aire fresco con aromas divinos comienza a despertar conciencias dormidas. Pone en guardia a todos aquellos que narcotizo la mediocridad de los años 60`s y las herejías antiguas y modernas.
Estas corrientes vivificantes inundan los ambientes calcinados por las guerras y esterilizados por el hedonismo.
Desde el centro del Huracán el anillo del pescador bendice los brotes jóvenes de la viña. Aunque no lo creas, la viña está viva: no muere ni morirá jamás. El Poder sin límites hace brotar vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa y al estado segar consagrado. Nuevos institutos religiosos dejan atónitos con su eclosión en el seno de la Iglesia a los pesimistas y a los perseguidores luciferinos. Ellos, los nuevos Cristianos comienzan ya a ser en medio del mundo y dentro de la iglesia una inyección intravenosa en el torrente circulatorio la sociedad. Una inyección de luz.
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