19 de noviembre de 2010

¡Cristo: Tú nos haces falta!

Es conmovedora la descripción de la inmoralidad de la vida actual. Todos se odian, todos roban; egoísmo, podredumbre, sangre por doquiera. Por todas partes la idolatría: se adora al ídolo de la violencia, del dinero y del dinero y de la inmoralidad. Muerte, lucha desesperación en el mundo…

Hoy mas que nunca con Papini deberíamos rezar:

¡Señor!, si Tú no fueras más que el Dios justo, no nos escucharías, porque todo el mal que han podido cometer los hombres contra Ti, lo hicieron: Judas te vendió millones de veces, y otras tantas te besó, te vendió, y no por treinta monedas de plata; te besó, y no una sola vez.

¡Cuántos fariseos han gritado ya durante dos mil años: No queremos a Cristo! ¡Fuera Cristo! ¡Cuántas veces, por dinero, por un puesto que querían alcanzar, te azotaron hasta hacerte derramar sangre!

 ¡Cuántas veces te hemos crucificado con nuestros deseos, con nuestros pensamientos, con nuestras acciones! ¡Cuántas, pero cuántas veces, oh Dios misericordioso!

Hemos desterrado a Cristo porque era demasiado puro para nosotros. ¡Le dimos la espalda porque era demasiado santo apara nosotros! ¡Le hemos crucificado, le hemos condenado, porque su rectitud condenaba nuestra vida pecaminosa!

¿Y ahora?

Ahora, cuando hemos llegado ya a la descomposición, ahora vemos, ahora sentimos la falta que nos hace. Sentimos nostalgia de verdad y de rectitud.

¡Cristo!, ¡nuestro único mal es éste: Tú nos haces falta!

El que tiene hambre, desea pan… Pero eres Tú quien le haces falta.
El que tiene sed, implora bebida… ¡Esta sediento de Ti!
El enfermo suspira por salud… ¡Te necesita a ti!
El que busca lo bello en el mundo, sin saberlo siquiera…, te busca a Ti, Hermosura eterna.
El que busca la verdad, no lo sabe, pero te busca a Ti, Verdad eterna.
El que desea la paz, está sediento de Ti, el único en quien puede encontrar su tranquilidad el corazón turbado.

¡Cómo te espera nuestra alma! ¡Ven! ¡Señor! ¡Jesús!

¡Ven…, Señor… Jesús!...

¡Ven Cristo Rey y reina ya!

31 de julio de 2010

Quiero ser muy rico. ¿Rico? ¡Rico! ¡pero en amor!.



Primera Lectura: Eclesiastés 1,2 – 2,21-23

La elocuencia de este Libro sagrado, con su aparente pesimismo, es remedio poderoso para quitarnos la venda que coloca, en nuestra inteligencia oscurecida por el pecado, “el padre de la mentira” (Jn. 8,44) quien pretende escondernos las verdaderas bienaventuranzas.
“... Vanidad de vanidades; todo es vanidad” (vers. 2 ). “... Hay muchas falsas apariencias que engañan a los que no están alerta. Hemos de inclinarnos, pues, diariamente delante de este verso; es menester que en las comidas y en las reuniones cada uno diga al que tenga al lado: Vanidad de vanidades, y todo es vanidad” (San Juan Crisóstomo). El versículo 14 nos dice que “...todo es vanidad y correr tras el viento”. Es una vívida imagen del esfuerzo inútil. ¡Qué favor nos hace el sabio al revelarnos su experiencia para ahorrarnos igual desengaño! Desengaño, agobio, tristeza son los frutos propios de una vida al margen de Dios y sumergida en las realidades pasajeras de este mundo.

Segunda lectura: Colosenses 3, 1-5. 9-11

San Pablo nos dice este domingo que por el Bautismo estamos ya muertos al mundo. Pero todavía no podemos salir de él. Necesitamos librarnos de todo aquello que se opone al orden sobrenatural: impurezas, pasiones, etc. Por eso San Agustín nos exhorta a clavar nuestra mirada en las cosas de arriba: “Preceda el corazón al cuerpo. Los corazones, allá arriba”.
Todos podemos acercarnos a Dios. Pero es necesario renacer a la vida de la gracia, porque el pecado ha manchado nuestra alma. El que ha nacido de nuevo, dice San Juan, no peca más porque ha nacido de Dios y la semilla divina permanece en él. Por medio de la gracia sembrada en nuestras almas somos más capaces de un conocimiento sobrenatural de Dios. Aquí se encuentra la doctrina central de la Epístola. El “hombre viejo” únicamente se renueva por este conocimiento de Dios. El gusto por todo lo de Dios nos llevará definitivamente a la conversión total. ¡Es necesario pensar en las cosas de arriba y evitar todo aquello que pueda perjudicar la realización del hombre nuevo!  

Lucas 12,13-21
El tema central de la parábola es la ceguera del hombre ante las riquezas. La ambición de poder y de dinero es el gran motor que arrastra a un número grande de personas a pecar. Esta pasión no se detiene ante nada, ni nadie; ni siquiera ante el mismo Hijo de Dios, vendido en treinta monedas por uno de sus discípulos. De ahí que el Apóstol San Pablo, en su primera Carta a Timoteo, nos previene contra el apetito de enriquecerse, porque es una trampa muy peligrosa : “Porque los que quieren ser ricos caen en la tentación y en el lazo (del diablo) y en muchas codicias necias y peligrosas, que precipitan a los hombres en ruina y perdición. Pues raíz de todos los males es el amor al dinero...” ( I Tim. 6, 9-10 ).
Jesús quiere desengañar a aquellos que ponen la seguridad de su vida en la acumulación de bienes materiales: “Guardaos bien de toda avaricia; que, aunque uno esté en la abundancia, no tiene asegurada la vida con sus riquezas” (vers. 15). El hombre rico de la parábola se sentía seguro por su gran cosecha: “... Alma mía, tienes cuantiosos bienes en reserva para un gran número de años; reposa, come, bebe, haz fiesta” (vers. 19 ). Cálculo totalmente desacertado el de este individuo al olvidar algo fundamental: Dios es el Dueño de la vida. La prolongación de mi existencia en el mundo está en las manos de Dios. Mis posesiones económicas, por muy cuantiosas que sean, no pueden añadirme ni un segundo de vida. “¡Insensato, esta misma noche morirás!; ¿ para quién será lo que has acaparado? ” (vers. 20). En el momento más inesperado Dios me pedirá cuenta de los años que me ha prestado ¿Cómo le responderé?
Es de capital importancia para todo cristiano trazar un firme y sólido programa en su vida. El gran acierto consiste, no en poner el corazón en la vanidades de este mundo efímero y pasajero, sino en ser rico a los ojos de Dios. “No amontonéis tesoros en la tierra, donde polilla y herrumbre los destruyen, y donde los ladrones horadan los muros y roban. Amontonad tesoros en el cielo, donde ni polilla ni herrumbre destruyen, y donde ladrones no horadan ni roban .” ( Mt. 6,19-20).

Propósito: Esta semana desprenderme de algún bien que estime mucho y regalarlo a los pobres.

24 de julio de 2010

Eleva tu corazón a Dios: ora.

Tres comentarios para el alma.

Primera lectura: Génesis 18, 20-32
Las lecturas bíblicas convergen hoy en un tema principal: el poder de la oración intercesora del justo. La oración es la respiración de la fe, que sin ella se asfixia y muere. En Abrahán descubrimos cómo Dios se comunica con sus amigos. Este diálogo nos brinda enseñanzas perennes: La oración de la humildad, la mediación de un alma fiel rinden al Señor: “Mi Señor, aunque yo soy polvo y ceniza... Si se hallaran en Sodoma diez justos, ¿no la perdonarías?” (vers. 32). Otra lección es que los méritos del justo ahuyentan el castigo de la cabeza de los impíos. La virtud de un solo justo habría expiado la maldad de Sodoma (cf. vers. 32). Así lo demostrará la nueva economía inaugurada por Jesucristo, único intercesor y expiador a favor nuestro.

Segunda lectura: Colosenses 2, 12-14
San Pablo nos expone la misma idea de la primera lectura. Es el poder de la intercesión del justo el que nos obtiene el perdón de los pecados, la liberación de la muerte y el don de una nueva Vida. Ahora sabemos que por un solo Justo que Dios ha hallado entre los hombres, todos hemos sido perdonados  y salvados. “La misericordia y la gracia de Dios, por los méritos de un solo hombre, Jesucristo desbordó sobre la muchedumbre. Y todos al recibir el desbordamiento de la gracia, y de los dones, y de la salvación reinarán en la vida por obra de uno solo: Jesucristo” (Rom 5, 15. 17).

Evangelio: San Lucas 11, 1-13
Es este pasaje un verdadero tratado teológico sobre el poder de la oración como medio de interceder ante Dios. En él, San Lucas presenta a Jesús como maestro de oración, con su vida y doctrina. El ejemplo de Jesús despierta, en los discípulos, el deseo de dirigirse a Dios: “Señor, enséñanos a orar como también Juan enseñó a su discípulos” (vers. 1). Los evangelistas y, en especial San Lucas, han referido ya varias veces esta oración en que el Salvador gustaba de abismarse, retirado en la soledad. Acto divino, misterioso y admirable que confortaba su alma y que mereció al mundo gracias indecibles. Cristo acoge la demanda y les da una lección: toda plegaria se concentra en la invocación “¡Padre Nuestro!” (vers. 2). Es la que define al cristiano como hijo de Dios. Ninguna otra oración es más conforme a la gloria de Dios y al interés de los hombres.
A continuación, Jesús enseña a los que le rodean algunas de las condiciones que ha de tener la oración para ser eficaz: Santa osadía, perseverancia, y entera confianza fundada en la infinita bondad de Dios. Así, propone la parábola del amigo inoportuno y encarece, de esta manera, la fuerza que tiene ante Dios la súplica del justo, del que está unido a Él en amistad por la gracia santificante. Los verbos: “pedid, buscad, llamad” (vers. 10) en gradación ascendente, describen la infatigable constancia con que debe acercarse el alma a Dios para implorar sus gracias. Si la persistencia en la demanda logra ablandar la dureza de los hombres, ¡cuánto más fácilmente no conseguirá mover el bondadoso corazón de Dios!
Dios es fiel con el fiel, íntegro con el íntegro, y responde. La petición insistente y llena de fe en Él triunfa, a pesar de los obstáculos aparentemente insuperables, como los que se refieren en la parábola del amigo inoportuno (cf. vers. 5-8).
Notemos también que Dios, infinitamente generoso, concederá a quienes debidamente le invocaren el más perfecto de sus dones, su mismo Espíritu Santo: “si vosotros, con ser malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (vers. 13)

10 de julio de 2010

El Amor en San Pablo (Cor. 13)

   En este domingo he recordado estas notas que tomé en un retiro con el Padre Rodrigo Molina en Madrid hace algjunos años.  El decía: 

   La caridad (amor) es lento a la cólera, paciente, longánime ante las afrentas que sabe aguantar sin pagar con la misma moneda; no da rienda suelta a la irascibilidad, antes da fuerza para acallar los resentimientos y apagar los deseos de venganza.


  La caridad crea un ambiente de dulzura, de mansedumbre; es clemente con los que ofenden y llena de aliento en la adversidad; posee un humor tranquilo, igual y sobrenada a toda clase de mal que pueda sobrevenirle, ya de parte de los hombres, ya de parte de los acontecimientos.


   La caridad es magnánima, munífica, desconoce el desaliento y la susceptibilidad; es noble, generosa, llena de respeto.

    Su paciencia es la paciencia que triunfa siempre.


     La caridad es un amor benévolo, afable, acogedor, delicado, previsor, servicial, que busca hacerse útil, derramarse en ayudas y obras buenas; todo siempre dentro de un clima de amabilidad, de sonrisa, de apertura, de cordialidad.

     La caridad es un amor siempre dispuesto a hacer bien; no es sólo paciente sino también bueno y generoso; aguanta el sufrir pero no el ser inútil; quiere estar siempre de servicio para lo que busca las ocasiones, estudia los medios.


    El amor no es egoísta sino que todo sazona de una disposición pura, sincera, que no hace las cosas porque se las agradecen.

    La caridad es alegre, optimista, posee un espíritu comprensivo, receptor, de corazón abierto: se complace en dar: su tiempo, sus bienes, a ella misma.


LA CARIDAD ES JESÚS.

Estudia, medita el Evangelio y como por ósmosis irás transfigurándote a la semejanza de ese AMOR ENCARNADO que es Jesús.

18 de junio de 2010

HISTORIA DE UNA ESPIGA BIENAVENTURADA.






En un áureo trigal cuyas mieses

el sol iba dorando a sus fuegos
una espiga, arrogante, crecía
muy cargada de hechizos y ensueños.
Era esbelta, gallarda y muy alta
y tan buena que todo su anhelo
lo cifraba en crecer y adentrarse
de este modo a la gloria del cielo.
Y la espiga crecía y crecía,
esperando saciar sus deseos
se pasaba las horas jugando
en el dulce columpio del viento.

Pues, señor, una tarde de estío
presentóse en el campo un labriego
y con hoz despiadada y sañuda
fue segando el precioso elemento.
Alarmada, -¡A mí no! Le decía
la inocente espiguita del cuento,
¡¡a mí no!! Porque estoy destinada
a elevarme en mi tallo hasta el cielo.
Pero el hombre –tal vez distraído-
derribóla de un golpe certero
destruyendo con él su ventura
y la dulce ilusión de sus sueños.

¡Ay, Señor! Clamó entonces la espiga,
¡mira, mira, mi Dios, lo que han hecho!
¡Ya no puedo llegar a tus brazos!
¡Sálvame, sálvame, que me muero!

Y el Señor, cual si nada escuchase,
respondiole con sólo silencio.


El labriego, tomando la espiga,
a las eras condújola luego...
el caballo arroncóse con brío,
bajo el trillo los granos crujieron
y cual sarta de perlas deshecha
por las eras rodaron maltrechos...
¡Oh granitos que el cielo anhelaban!
Un sinfín de amapolas dijeron:
-¿De qué os sirve haber sido tan puros
si a salvaros no viene el Eterno?
Y en su angustia, los granos clamaban:
-¡¡Padre nuestro que estás en los Cielos!!

En la cárcel oscura de un saco
al molino lleváronlos luego
y los granos dorados y hermosos
en finísimo polvo volvieron
y los granos lloraban, gemían...
y al Señor duplicaban sus ruegos...
¡Y allá arriba seguían callando!
¡Y acá abajo seguían moliendo!

¿Y porqué el Señor callaría?
¿Y porqué les negaba el consuelo?
¿Por qué siendo puros e inocentes
los dejaba en tan duro tormento?

Pero ved qué pasó: con la harina
una hostia bellísima hicieron,
que era tenue cual brisa de mayo
y era blanca cual luna de enero.
Su blancura brilló sobre el ara
y los cielos al verla se abrieron
y Dios mismo y su Gloria bajaron
y en la Hostia feliz se fundieron.

Y así, en tierno coloquio de amores,
a la espiga le dijo el Cordero:
Yo quería tenerte en el cielo
y mis brazos brindarte por lecho,
pero escucha, mi bien, a mis brazos
sólo puede llegarse ¡sufriendo!


¡Adorado sea el Santísimo Sacramento!

15 de mayo de 2010

SABIAS palabras de San Juan de la Cruz, el grande entre los grandes de espiritualidad.


Para venir a gustarlo todo,
No quieras tener gusto en nada;
Para venir a poseerlo todo,
No quieras poseer algo en nada;
Para venir a serlo todo,
No quieras ser algo en nada;
Para venir a saberlo todo,
No quieras saber algo en nada;
Para venir a lo que no gustas,
Has de ir por donde no gustas;
para venir a lo que no sabes,
has de ir por donde no sabes;
para venir a lo que no posees,
has de ir por donde no posees;
para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.


Cuando reparas en algo,
Dejas de arrojarte al todo;
Porque para venir del todo al todo,
Has de negarte del todo en todo;
Y cuando lo tengas del todo a tener,
Has de tenerlo sin nada querer;
Porque, si quieres tener algo en todo,
 No tiene s puro en Dios tu tesoro.

26 de abril de 2010

¿Es cierto que estás buscando una razón para tu vida?


 ¿Quieres descubrir eso por lo que vale la pena entregar tu vida entera? 

Pues mira, lleva tu oración –que es charla con Dios- este punto importante de la vocación. Algunas consideraciones que te pueden ayudar:

-          La vocación es luz. Acércate.
-          Es llamada. Escucha.
-          Es mano poderosa. Acógete a ella.
-          Es exigencia. Trabájala con pasión.
-          Es fuego. Quémate y quema con él.
-          Es mensaje. Vive y propágalo.
-          Es amor. Corresponde con cariño.
-          Es fuerza. Ayuda al más débil.
-          Es impulso. Ponte en camino.
-          Es gracia. Sé agradecido.
-          Es elección. Responsabilízate.
-          Es invitación. Comprométete.
-          Es entrega. Entrégate con todo el equipo.

Quema las naves, despréndete de todo y dedícate por completo a eso que te pide Dios. Uno puede hacerlo a medias, pero no compensa. Es mejor la entregarse por entero, nunca, nunca te arrepentirás.

21 de abril de 2010

¿Iglesia católica en crisis? ¡Te equivocas!.


      No tenemos de qué quejarnos del Cristianismo. Setenta generaciones no puntúan en una Iglesia que es eterna. ¿Qué los cristianos de la sociedad occidental – están en crisis?... Tal vez sí; pero el Cristianismo no está en Crisis. Está vivo y joven.

Es verdad que al contemplar el despegue del Tercer Milenio emergen ante nuestros ojos las vidas de algunos cristianos “en crisis”, sus almas me recuerdan los horrores de los campos de concentración y o a las victimas inocentes de la violencia mexicana. Ha estallado en su  corazón el explosivo del formidable poder destructor... ¿Quién lo ha lanzado? Una mano negra se esconde entre los años de las últimas décadas del siglo XX. Tiene los símbolos grabados: el de los anti-teos y el de la masonería cobarde.

Pero también he recordado que sólo hay un poder capaz de reconstruir estos daños, de sanar estas heridas y de inyectar dosis de vida divina en las oscuridades de estos tiempos. Sólo el Cristianismo posee esa fuerza omnipotente que nació en Cristo, y sigue creciendo pujante como hierba buena, hasta que llegue el momento de la siega.

Hemos despegado ¡sí! y todos somos testigos desde las alturas del siglo XXI de la lucha santa de los Cristianos: ¡ tiene un nuevo vigor!. Ha vuelto a soplar el viento endinamizador. El Espíritu ha lanzado sobre el planeta un nuevo huracán que hincha las velas de la Iglesia de Cristo. Sus intensas corrientes se desplazan desde el hemisferio sur hasta el norte, desde oriente hasta occidente encendiendo, renovando y transformando a todas las almas de jóvenes que encuentran a su paso. El aire fresco con aromas divinos comienza a despertar conciencias dormidas. Estas corrientes vivificantes inundan los ambientes calcinados por las guerras y esterilizados por el hedonismo.

Desde el centro del Huracán el anillo del pescador bendice los brotes jóvenes de la viña. Aunque no lo creas, la viña está viva: no muere ni morirá jamás. El Poder sin límites hace brotar vocaciones al sacerdocio, a la vida religiosa y al estado segar consagrado. Nuevos institutos religiosos dejan atónitos con su eclosión en el seno de la Iglesia a los pesimistas.

Ellos, los nuevos jóvenes testigos de Cristo  comienzan ya a ser en medio del mundo y dentro de la iglesia una inyección intravenosa en el torrente circulatorio la sociedad. Una inyección de luz.

Dios tiene una característica, un atributo que muy pocos se detienen a considerar: es OMNIPOPERFECTO; en Él no hay planes sin realizar, no hay proyectos comenzados sin terminar, no... “Todo está cumplido”. Lo que inicia lo termina. Por esto me atrevo a decir que estas próximas décadas son una procesión hacia la edad de fuego. El Espíritu continuará enviando juventudes. Suceda lo que suceda, la fuerza del  Viento Divino no menguará. Las corrientes lumínicas triunfarán, las tinieblas no podrán vencer. El fuego victorioso de Dios procedente de Cristo en la Cruz y de su Padre Celestial se extenderá por todas partes.

El evangelio ha comenzado a proyectar su mensaje en los hombres del siglo XXI, un mensaje que es aliento para los tímidos, fortaleza para las tambaleantes, roca fuerte para los santos de hoy y del mañana y esperanza de cielo para todas los valerosos.

Me dirás un ¡momento! ¿Por qué tanto optimismo? ¿Por qué hay Cristianos que piensan así? Te respondo: Porque creemos con fe firme en aquél que dijo “las tinieblas no prevalecerán”. Creemos a aquél que dijo “Y la luz brilla es las tinieblas, y las tinieblas no la pudieron asfixiar”. Creemos en el triunfador eterno, que brilla omnipotente sobre todos los siglos, cuando nos dice: “Yo soy el Alfa y el Omega. El que vive. Estuve muerto pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos...” Creemos en Cristo que es Dios y Dios “Pantocrator” :todopoderoso, que es el mismo ayer y hoy y por los siglos de los siglos. Creo en las promesas que ha hecho en su paso por la tierra. Él dijo que nos enviaría un abogado, “el Espíritu Santo”. Su misión: darnos fortaleza en tiempos de languidez, alegría en tiempos de tristeza, fuerza para interiorizar la verdad en tiempos de apostasía.

  Y creemos en que las crisis del último siglo y de todos los siglos (y la de estos tiempos) encontrarán su solución en las alturas. Contamos con su ayuda y fuerza poderosa “Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Nuestros días son un trozo de estos siglos pero El está todo entero con nosotros. La luz de Dios, el Fuego divino y divinizador está con nosotros para despertarnos de nuestras crisis.

            El Evangelio de San Lucas en el Capítulo XII marca la hora de la salvación “Fuego he venido a traer a la tierra y ¿qué mas quiero sino que arda?” Fijémonos bien; no dice: “que ardiera” sino «que arda»…ahora es el momento de incorporarnos a la procesión hacia la era del fuego, la procesión de los testigos de Cristo.

            No caminaremos en estas décadas hacia una nueva edad media sino que marcharemos ya como una nueva cristiandad que sale del sepulcro hacia una Edad de Fuego, sin períodos tenebrosos ni menguas en el esplendor…”¡Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron!”. Pedro y Pablo nos preceden, tras su sombra de santidad la muchedumbre de beatos, mártires y vírgenes, guían nuestros pasos.

            Es la hora para los ti joven, no es posible descuidarla. Con toda razón nos diría S. Agustín a cada uno de nosotros que formamos parte de ella: “Teme a Dios que pasa y no vuelve”. La procesión hacia la Edad de fuego sólo pasa una vez. No la dejemos pasar.

            Cristiano o no Cristiano, tal vez ateo o agnóstico que lees este blog, ¡Es tu hora de levantarte! Sí, cuentas con la fuerza que sana paralíticos, que da luz a los ciegos y sacia la sed de la samaritana. Y por si fuera poco con la energía y pasión de que Dios colmó a S. Pablo.

            ¡Ánimo! es tu hora. Momento de llenar de luz todas las sendas de este mundo, todas las almas. Momento de habitar en la verdad y dejar que Ella habite en Ti y obre en Ti Que te haga un hombre-Luz-Testigo que tiene su antorcha ya para incorporarse a la procesión santa.

            Escucho a los primeros cristianos, a nuestros héroes de hace 20 siglos, ¡veinte centurias y no puedo sino repetirte con santo entusiasmo con Tertuliano: “Somos de ayer y hemos llenado toda la tierra” Nosotros somos de hoy y llenaremos la tierra de luz. Sí, la encenderemos con la Antorcha de la Fe que nos ha sido dada por los últimos santos y mártires.

            Escucho a San Clemente de Alejandría: “El Reino de los Cielos no pertenece a los que duermen y son indolentes, sino a los que luchan contra sí mismos”

            Y a Santa Teresa: “Mientras mas peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios”
            Escucho a nuestro Santo Padre que nos recuerda: “El amor no pasa… El amor se adquiere con la lucha interior”.
            Nunca ha sido fácil el camino de algo valioso. Tienes un lugar en la procesión hacia la edad de fuego. Tienes una antorcha, tienes la fuerza divina y la Luz. ¿Lucharás contra tu indolencia?  ¿Mostrarás el valor y valentía de vencerse a sí mismo? ¿Te decidirás a ser Testigo de Cristo viviendo tu discipulado y tu misión?

            La antorcha de la fe nos ha sido dada no para deleite de nuestros ojos, sino para encender las antorchas de los demás jóvenes. Pero a menos que ardamos y estemos encendidos por la Causa divina, la onda glacial del ateísmo asolará la tierra.
           
            Cuando venga Cristo ¿Te encontrará encendido en su luz?, ¡Déjate purificar por el viento del Espíritu Santo!, ¡Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un Rayo de tu Luz!

            ¡Quema nuestras crisis y haznos Testigos de Cristo!¡Discípulos y misioneros hoy!


10 de abril de 2010

DOMINGO DE LA M I S E R I C O R D I A .

Muchos son los amigos, famliares y fieles que conozco, que tambalean cuando de misericordia y confianza en Dios se trata. No dudo que tengan buena intención en su búsqueda personal de Dios, pero muchas veces hace falta romper todas las amarras para abandonarnos del todo a la Voluntad santa de Dios, para ellos, unos textos que nos ayuden a reflexionar en este abandono. Son del diario de Santa Faustina Kowalska.

"Oh, si los pecadores conocieran mi Misericordia, no perecerían en tan gran número. Diles a las almas pecadoras que no teman acercarse a Mí; háblales de mi gran Misericordia. La pérdida de cada alma Me hunde en tristeza agobiante. Tú siempre me consuelas cuando rezas por los pecadores. La oración que más me complace es la que se hace por la conversión de los pecadores. Sabrás, hija mía, que esta oración es siempre escuchada y contestada."

"Hija mía, no dejes de proclamarlo. Consuela mi Corazón que se consume de piedad por los pecadores. Di a los sacerdotes que los pecadores más endurecidos serán ablandados por sus palabras, si predican mi Misericordia inagotable. A los sacerdotes que se hagan apóstoles de mi Misericordia diles que daré a sus palabras una fuerza y una unción irresistibles."

"Ningún pecado aunque sea un abismo de abyección, agotará mi Misericordia, pues cuanto más se toma de ella más aumenta."

"Diles que no ceso de esperarles. Estoy escuchando sus corazones para captar el menor latido que sea para Mí."

"Los mayores pecadores podrían convertirse en grandes santos si se fiaran de mi Misericordia. Mi Corazón se desborda de amor para todo el que he creado. Encuentro mis delicias santificando a las almas".

¿EL SEÑOR? ¡GLORIOSO!, ¿LA TUMBA? ¡ABANDONADA!


Esta intervención de Dios ha roto todos los planes,
ha ido más allá de lo pensable.
Él mismo en persona nos ha explicado las Escrituras.
Él mismo en persona nos ha abierto los ojos.
Él mismo en persona nos ha sacado del miedo.
Él mismo en persona ha luchado contra nuestra incredulidad.
Él mismo en persona nos ha dicho que era Él,
y comió peces con nosotros
y nos dijo que metiéramos los dedos en sus llagas.
Él mismo en persona nos calentó el corazón
hasta que las ascuas se hicieron luz
y lo reconocimos al partir el pan.
Él mismo en persona nos ha puesto de nuevo en camino.
Sí, Él mismo en persona,
porque no soñábamos ya con la nueva creación.
Pero es verdad: ha resucitado,
se nos ha aparecido
y nos ha puesto en marcha a nosotros,
los miedosos, que nos habíamos escondido,
paralizados del todo.
Él mismo en persona es Camino
y nos precede resucitado.